miércoles, 14 de septiembre de 2011

Se viene se viene: la Simulación


Mañana a la tardecita tengo el turno en el centro de radioterapia para la “Simulación”. Suena a cuando vas manejando un auto de carrera en un videojuego o a un simulador de vuelo. También puede ser como la recreación del Big Bang, donde hasta los agujeros negros simulados (como el de la foto), se ven lindísimos. O como la serie de TV “Los simuladores”, donde alteraban la realidad para cumplir con sus misiones.
La diferencia es que acá la simulación es el primer paso para la radiación, en el plano real (evito a propósito las reflexiones filosóficas que podríamos hacer sobre qué es lo real o si la vida es simulación).
En lenguaje radioterapéutico, la "simulación" es la medición para el tratamiento, cuando me hacen un mini-tatuaje (tres en este caso), que luego usan los técnicos como puntos de referencia, para ubicar siempre igual la máquina. La “Simulación” es el momento en que el cáncer te deja una de las tantas marcas que no se borran con el tiempo: un puntito negro, como la punta de un lápiz. En mi primera “Simulación” (2004) pregunté si podían hacer algo con más onda que un puntito negro. De ninguna manera.
Creo que por primera vez logro poner el cáncer, con sus miedos y angustias, en un lugar que no lo tiñe todo, como si esa parte estuviera algo sedada ¿Simulo? Está ahí, no es que me lo olvido, pero tengo buenos días, logro avanzar con mis proyectos (ahora escribo propuestas solidarias para chicos y jóvenes) y duermo tranquila.
Esta mañana encontré la calma necesaria para arrancar con unas respiraciones que me enseñó mi madre –maestra profesora de yoga-, con la consigna de que sea, mínimo, durante cinco minutos: Inspiro en 5, retengo 5, exhalo en 8-10, mantengo 5. Misión cumplida. Sin simular.

2 comentarios:

  1. Vos no simulás, ni te mentís.
    Que tengas buena Simulación, y como dice una oración que conocí muy bien: "Dios bendiga las manos de tus médicos".
    Por mi parte, nunca está demás prenderle una vela a Juanita, digo yo.
    Besos mil.
    Carajo, y pensar que soy agnóstica.

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