lunes, 31 de octubre de 2011

Brindamos con el ángel

Sabrán que vengo con el tema de las certezas y las incertidumbres en la cabeza… entre otras cuestiones.
La foto que ven abajo la saqué como evidencia de esas coincidencias de la vida que te hacen sonreir aunque, al menos por mi parte, no logro explicar.
La cosa fue así: Estábamos en una hermosa playa bonaerense, pueblo pequeño, bosque, médanos, calles de arena y balcón frente al mar. Sábado a la noche. Decidimos ir a cenar a un restaurant bonito, de comida casera. Se llama El Ángel. 
Abro la carta y aparece lo que pueden leer en la foto: 
Uno nunca sabe lo que va a comer aquí. Y es hermoso que uno nunca lo sepa. Si fuera predecible, no valdría la pena cenar aquí. Si todo aquí fuera una certeza, no sería El Ángel, sería un Mc Donald… 
Mi lugar ideal :) Brindamos con el ángel. Sin palabras.

sábado, 29 de octubre de 2011

Horizonte




Cumplir años o no cumplir. Esa es la cuestión.
Necesitaba horizonte y acá está, frente a mí. Con el sonido de las olas, el olor a mar y a bosque.
Lo decidimos ayer. Superamos la inercia habitual y salimos a la ruta. Es la  mejor manera que imaginamos para celebrar que hoy, justo hoy, empieza un nuevo año para nosotros. En muchos sentidos.
Hoy puedo decir que terminé el tratamiento. Hice la última aplicación de radioterapia y ayer tomé la última medicación. Todavía tengo la panza revuelta, el sueño algo alterado y leves molestias pero, a grandes rasgos, me siento bien. Bien después de dos meses intensos, por llamarlos de alguna manera.
El horizonte tiene esa perspectiva única, instantánea. Y el mar ese fluir que recuerda que nadie se baña dos veces en el mismo río.
Vendrá la recuperación, un tour por los consultorios del dermatólogo (tengo que controlar la piel radiada), de mi oncóloga, luego hacerme controles y a eso, probablemente, sumarle un montón de cosas que todavía no tengo idea. Será un año de seguimiento médico frecuente. Recién en un año me va a empezar a crecer el pelo. Es decir que será un año de pañuelos, gorros o pelucas… ya veremos.
Pero sobre todo, será un año para buscar un nuevo equilibrio que me deje tiempo para hacer otras cosas que no sean cáncer. Esas otras cosas que me dan tanto entusiasmo que, a veces, me hacen sentarme en la computadora incluso un domingo o levantarme de madrugada a anotar una idea de una campaña solidaria que no quiero olvidar. Proyectos en los que creo profundamente y me dan la esperanza de que podemos sumar nuestro granito de arena. 
Mirando atardecer en el mar, soy feliz. Agradezco que casi todos los posibles efectos secundarios, detallados en el consentimiento que firmé, no sucedieran. Aunque algunos sí, van a ir pasando. Y sucedieron otros, sobre los que nadie me avisó. ¿Qué puedo decir? A esta altura, me resulta claro que este es uno de los aprendizajes de estas últimas experiencias. Esperar lo imprevisto parece lo más cercano a poder anticiparse. Convivir con la incertidumbre que está frente a mí como este horizonte en un mar en continuo movimiento.

lunes, 24 de octubre de 2011

¿Estoy en un reality y nadie me avisó?

Me pregunto si seré parte de un reality show y nadie me avisa. Es la explicación más lógica que se me ocurre para lo que pasó hoy.
Resumo la previa para que se entienda: como mis imágenes cerebrales son un “caso atípico”, en un estadío inicial, con buen pronóstico, se hicieron varios ateneos y juntas médicas para definir el tratamiento a seguir. Según me explicaron entonces, eran 20 aplicaciones de radioterapia en toda la cabeza, casi todos los días, con un listado enorme de posibles efectos secundarios y secuelas que tuve que escuchar, y consentir.
Ahora lo de hoy. La semana pasada recibí la aplicación número 20, y hoy a la mañana tenía el turno con la médica a cargo para que me diera el alta. Estaba ansiosa esperando el bendito alta porque todavía no había logrado ponerme contenta de terminar esta etapa.
Después de unos 40 minutos, me llaman al consultorio. La médica me pregunta cómo me siento, le cuento que voy un poco mejor cada día y me dice, sin anestesia, que estuvieron evaluando y quieren hacerme un par de aplicaciones más (“por las dudas”). Quedo petrificada. Si me estaban filmando para el reality, ese fue el momento de la música de terror: empecé a llamar a mi oncóloga, ya casi sin escuchar lo que decía la mujer.
Ir a buscar el alta médica y encontrarme otra vez en el equipo, ¿no será un poco mucho para mi delicada estabilidad emocional? ¿Cambiaron de idea? ¿Se equivocaron cuando calcularon 20? ¿Será que esto sigue, sigue y sigue, ¡y me lo dicen así!?
Ahí nomás, me hicieron una nueva aplicación. Y en ese mismo instante me quedó claro que, ni siquiera lo poco que parece previsto, se mantiene.

jueves, 20 de octubre de 2011

Certezas, ilusiones y red

La incertidumbre tomó mis días. No hubo ni uno, esta semana, que resultara como lo había planeado. Misión imposible. Me entrego y dejo de planear. Estoy cansada de estar cansada. De a ratos, a la madrugada, el cuerpo descansa pero la cabeza sigue dándole vueltas al tema del último post, “Ilusión de certeza”.
Son los primeros días de salir con pañuelo. Ya me conozco pelada, no me da angustia, y esta vez tengo cejas y pestañas (aunque parezca un detalle, cambia). Tengo una sensación como de primer día del próximo año. Eso en cuanto a la imagen, claro. En cuanto a cómo me siento físicamente… espero escuchar un alta médica con un: “de aquí en adelante, sólo cabe ir mejorando”.
Mientras, me emociona leer a mi amiga Andrée, que me escribe sobre certezas e ilusiones. Y me trae a la memoria un juego de las clases de teatro, que hice hace años. Es ese en que uno cierra los ojos, se pone de espaldas a sus compañeros y se deja caer para que lo sostengan entre todos con los brazos entrelazados. Esa entrega supone la certeza de confiar en el otro, en esos brazos que forman una red.
En palabras de Andrée:
“Uno se aferra a esa ilusión de organizar la vida… “¡el tiempo!” (¿querés cosa más descabellada?!!!). Pero a la vez necesitamos “jugar” ese juego. Sería como la falta de gravedad, ¿te imaginás viviendo como los astronautas? Sin pisar suelo firme (aunque, ¿es firme nuestro suelo?) o sin caminar en forma vertical, con la cabeza “arriba” (¿y todos esos chinos cabeza abajo?). Estamos rodeados de cosas que parecen algo pero quizás, si lo analizás, no lo son… o son relativas. Coincido en que no hay vuelta atrás. No podrás volver a pensar que “la agenda es la realidad”, pero quizás es necesario vivir un poco ese juego de “certezas consensuadas”. En una de esas, las certezas funcionan como “sistema de arranque”, para emprender cosas. O no haríamos nada, estaríamos paralizados ante el signo de pregunta.Más allá de esto, en lo personal, creo que tu postura es más ventajosa, en relación a quienes creen sin cuestionamientos en las certezas. Creo que esa aceptación de la no-certeza hace que tu espíritu sea más abierto a nuevas situaciones. Para terminar, franqueando mi propio límite de lo cursi, quiero compartir una certeza que tengo: el amor que siento por algunos mortales. Nada ni nadie podrá modificar esta certeza.” 
¡Esa puede ser una certeza para mí también! Aunque fuera una ilusión, la red me resulta lo más valioso. Confiar en las personas que quiero y me quieren, me sostiene. Cada abrazo de GonG, cada llamado, cada visita, cada propuesta, cada silencio, cada lector, cada palabra, cada buen pensamiento. Sin duda, me han atajado durante estas semanas.

viernes, 14 de octubre de 2011

Ilusión de certeza


¿Quién tiene una ilusión de certeza para convidarme? 
Me refiero a esa idea de que podemos planificar algo; a esa sensación tranquilizadora de que las rutinas cotidianas continuarán como están; a esa creencia de que somos capaces de saber cómo seguirán nuestros días.

Crecemos en medio de estas ilusiones de certezas, con agendas de las que nos agarramos como cable a tierra, que hacen parecer que podemos prever algo de lo que vendrá.

Buscamos respuestas en laberintos de religión y/o ciencia. Intuyo que es una manera de alejarse de la idea de finitud, del abismo de nuestras limitaciones, y nos permiten movernos cada día. Coincidirán conmigo en que es una obviedad decir que nadie sabe qué va a pasar en el futuro. Pero, por mi parte, durante años ni siquiera me lo había cuestionado, hasta ahora... que la vida me puso frente a una ventana que muestra otra cosa: las certezas no existen o, al menos, no soy capaz de distinguirlas a simple vista.

Solemos creer, por ejemplo, que la medicina tiene saberes rotundos o que son certeros los estudios médicos. Pero ya me pasó varias veces que los médicos se basan en estadísticas, y eso no nos incluye a todos, todo el tiempo, o que el resultado de un estudio parece decir lo que luego no es (para bien, para mal).

Mi tratamiento está en la recta final. Me siento bastante bien, y el ánimo mejora al ver cerca la orilla. Pero la experiencia me dice que esto no significa que el capítulo termina. Me llevará unos dos meses recuperarme de la radiación, luego vendrán estudios de control, la espera de los resultados y, mientras tanto, seguir con la vida, con todo eso que no es cáncer, y me entusiasma.

Nadie me enseñó cómo despertar cada día sin saber cómo van a seguir mis horas. Con una sensación de vértigo donde todo puede pasar, o nada. Pero voy aprendiendo… no me queda otra. Parece que cuando la ilusión de certeza se va, no hay retorno. Es como haber salido de la caverna de Platón. Aparece otro mundo, un viaje que pinta interesante.

lunes, 10 de octubre de 2011

Té de esperanza

Este fin de semana largo es lo más. Cada día sin aplicación me cambia el espíritu, el cuerpo se recompone y las horas sin carga médica cotizan altísimo.
Desde hace unos años vengo fascinada con el tema del tiempo. Es de las pocas cosas que todos tenemos por igual, que no podemos apurar ni frenar, ni ganar ni perder. Aprender a valorar el tiempo y a descubrir qué quiero hacer con él, me ocupa la cabeza estos días. Sobre todo ayer. Fue el primer día en que salí con pañuelo (el pelo ya escasea) y la sensación era de primer día del próximo año. Como un 1º de enero, digamos. Primer día de verme con pañuelo, con la imagen que probablemente me acompañe por unos doce meses.
En esto de reflexionar sobre el tiempo, me combina el ritual oriental del té. Y esa enseñanza de “cuando tomo té, tomo té” para hablar de estar presentes, con todos los sentidos, en nuestros actos cotidianos. Además, me encanta el té. 
Gracias a Tea por dedicarme esta taza con esperanza en su blog y este fragmento, que comparto:
“Ya véis que no soy un pesimista ni un desencantado, ni un vencido, ni un amargado por derrota ninguna: a mí no me ha derrotado nadie; y aunque así hubiera sido, la derrota sólo habría conseguido hacerme más fuerte, más optimista, más idealista; porque los únicos derrotados en este mundo son los que no creen en nada, los que no conciben un ideal, los que no ven más camino que el de su casa o su negocio, y se desesperan y reniegan de sí mismos, de su patria y de su Dios, si lo tienen, cada vez que les sale mal algún cálculo financiero o político de la matemática de su egoísmo (…)”. Fragmento del discurso de Joaquín V. González “La Universidad y el alma argentina” (18/9/1918).
Brindo con té, por los optimistas e idealistas de todos los tiempos :)

viernes, 7 de octubre de 2011

Hermandad

Hay días en que me cuesta poner en palabras cualquier cosa. Días en que preferiría dormir. Suelen ser días en que no me siento bien, cuando dudo de mis fuerzas, desconfío de mí misma y los miedos piensan por mí. Entonces hago silencio. Será que los miedos van por dentro y no escriben en el blog.
Esta semana sumé, a las náuseas, la piel que me duele y una sensación de calor permanente y fea en la cabeza. Sigo con sueño y se me empezó a caer el pelo. Ya está. Lo conté.
Hace unos días, uno de los técnicos me dijo, de onda, que quizás no se me caía el pelo, que iba bien. En fin, tengo que seguir aprendiendo a preguntar menos y escuchar, nada. Confieso que me había ilusionado un poquito.
Es difícil transmitir la procesión de estos días. Me resulta agotador ir todos los días al centro de radioterapia, caminar por un pasillo, bajar a un subsuelo solita y poner la cabeza en la camilla para los rayos. Es difícil convencerme profundamente de que eso me está curando el cáncer. Pero ya hice mi último intento anoche, con mi oncóloga M., para ver si existe la posibilidad de acortar el tratamiento. “Esa sería la mayor estupidez. Estamos en la mitad del río, y hay que seguir nadando”, contestó rotunda y me miró fijo. “Nadar pero con menos padecer”, dijo después para contener mi angustia. Me agarró la mano, me escuchó un rato, y me recetó corticoides de refuerzo. Hoy me levanté mucho mejor. El pelo, igual, cae como la lluvia de hoy.
En esta dificultad de transmitir lo que siento, me resuenan las palabras de una colega, que vive en Viedma, vino a tratarse por un cáncer de mama a Buenos Aires, y me escribió al ver el blog (¡gracias! a otra amiga en común). “Creo que es muy importante poder hablar, compartir (…). No sé por qué razón una establece como relaciones de hermandad en estos casos”, me decía. Comparto esa sensación. Y de hecho agradezco a la vida estar cerca de una amiga-hermana que pasó por un cáncer hace años y me acompaña sabiamente en estos siete años y medio. Quizás esa “hermandad” tiene que ver con esto que me resulta, a menos a mí, intransferible con palabras.
En sintonía, tomo el texto que compartió mi queridísima PauLi esta mañana, de alguien que encontró una buena forma de expresarse, Steve Jobs: "Tu tiempo es limitado, de modo que no lo malgastes viviendo la vida de alguien distinto. No quedes atrapado en el dogma, que es vivir como otros piensan que deberías vivir. No dejes que los ruidos de las opiniones de los demás acallen tu propia voz interior. Y, lo que es más importante, ten el coraje para hacer lo que te dicen tu corazón y tu intuición."

domingo, 2 de octubre de 2011

Estoy radiante

“Estás radiante”, me dice GonG al despertar, y se ríe. Estoy radiante en tanto soy radiada, e irradio. 
Por mi parte, ¡agradezco los domingos! Un día sin aplicación (ayer sábado), después de pasar la segunda semana de radioterapia cerebral y me siento mejor. Aunque no usaría la palabra “radiante”, como la hubiera entendido antes de estar efectivamente radiada.  
Me vuelve la energía después de una semana intensa. Con una madrugada de dolor de cabeza horrible. Tanto que pensé en abandonar el tratamiento, y hasta se lo propuse a mí oncóloga M., con la ilusión de que "quizás ya me curé". Pero no hay caso. Agua (ntar) y ajo (derse). O más medicación. La sola idea ya me hizo sentir mejor… sin tomar nada.  
Algunas mañanas me levanté con náuseas y en las horas post-aplicación, a la tardecita, son cuando peor me siento. Luego los días pasaron bastante bien, con siestas largas y una sensación de inestabilidad (quizás más por el miedo de que me pase algo), como aletargada. 
Mi pelo sigue en su lugar, resistiendo aunque apagado, diría. Y estoy algo hinchada pese a que bajé dos kilos (gracias a la dieta que nos prepara Angelita, con amor y dedicación en bandejitas).  
De a ratos logro concentrarme y, de a poco, avanzo con el libro que vengo escribiendo desde hace tiempo. Ayer hice un nuevo récord en el sudoku, nivel hard :)
Armar planes se me hace difícil. Todavía no me organizo, tiendo a quedarme en casa y siento que duermo tantas horas que no me queda tiempo.  
Este recreo de fin de semana me resulta una señal de esperanza. Me dice que, cuando termine el tratamiento, me voy a sentir mejor. Me resuena el texto de una nota sobre la esperanza que me mandó hace unos días mi amiga Teresa: “estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos”. Y sigue: Las personas optimistas o esperanzadas tienen mayores recursos y posibilidades para afrontar situaciones de estrés, vencer obstáculos o limitaciones. La esperanza fortalece el sistema inmunológico y, de este modo, ayuda a prevenir y curar enfermedades. La esperanza, además, promueve el encuentro, la convivencia placentera y sostiene las relaciones positivas. Así es como se logran personas, familias y comunidades saludables”. 
Hoy le pongo mis fichas a la esperanza, y sigo aprendiendo paciencia, ¿habrá cursos de paciencia? Después de esta, quizás, me recibo de docente y empiezo a dar uno… ¡una idea!