lunes, 21 de mayo de 2012

No tengo tiempo para los que no tienen tiempo

Así comentó el otro día nuestro amigo, el artista Ignatius, según una frase que le robó ya no recuerda a quién. Y yo sigo la cadena de robos porque me encantó. 
Si en estos días se la dijera a cada uno de los que no tienen tiempo, la repetiría un montón de veces al día. Hasta el que te llama para venderte algo está apurado.
Y, aunque en sentido literal todos tenemos las mismas 24 horas por día, escucho muy seguido "no tengo tiempo" o "no me alcanza el tiempo".
¿No alcanza para qué? ¿No alcanza un día o ningún día?
¿Existe un día en que cada persona se detiene a pensar en qué quiere ocupar su tiempo?
¿Cuándo fue que lo urgente le ganó la batalla a lo importante?
Me encuentro rodeada de personas que no pueden agendar un encuentro sin prefijar la hora de fin. Personas queridas con las que quisiera compartir un té, una charla relajada, un paseo pero la actualidad las tiene secuestradas.
Mirar en perspectiva, dimensionar, imaginar, crear, divertirse… todas estas cuestiones requieren tiempo. ¿Qué queda sin tiempo para dedicarles?
Hay algo en las elecciones que hacemos, en las decisiones que tomamos, que tienen que ver con nuestros valores. A veces hasta intuitivos, no los pensamos pero por algún motivo decidimos ir por acá y no por allá. Me pregunto qué valores se ponen en juego cuando los días pasan sin que podamos tomar un poco de nuestro propio tiempo para cualquier cosa, para lo que se nos ocurra, para improvisar, para hacer lo que nos venga en ganas.
Ante este panorama, agradezco mi tiempo, agradezco haber podido estar hoy a la tarde mirando llover un rato largo. Agradezco cada siesta. La siesta, ¡un temón! ¿Cómo sería el mundo si todos durmiéramos siesta? Imagino que muchísimo más pacífico.
En fin, ¿alguien tendrá tiempo de comentar algo de todo esto?