miércoles, 21 de septiembre de 2011

Día 1: Rayos y centellas


Anticipo lo importante para evitar suspenso innecesario: tuve la primera aplicación de radioterapia, bastante bien, ¡una menos!
Finalmente me confirmaron el horario para empezar ayer, en otro centro de radioterapia, del mismo equipo médico, pero con otros técnicos y con mi historia clínica ya trasladada. 
Allá fuimos, a la tarde, caminando desde casa con GonG, compañero fantástico, unas 25 cuadras. Llegamos puntuales. Ellos, no.
Como comentaba en “Paciente con paciencia esperan en salas”, la espera es una gran parte de este camino arduo, y nadie hace nada por modificarlo, ni los profesionales ni el entorno sanitario, incluidos todos los que necesitamos esos servicios. Nadie considera que tiene que disculparse, o buscar mecanismos para que las cosas fluyan mejor para todos. Los pacientes, en general, leen o miran alguna pantalla de TV infaltable. En mi caso, suelo conversar con mis acompañantes del día (ayer GonG y mi hermana, que llegó de sorpresa).
Esperamos una hora y media hasta que me llamaron. Bajamos al subsuelo. Me recibió una pareja de técnicos macanudos, que se presentaron sonrientes. Entramos a la sala del equipo. Miré el techo: blanco, sin foto de árboles ni Mafalda para acompañarme. Me acuesto en la camilla, me olvido de relajarme y encontrar una buena posición y ya me estaban apuntando en los tatuajes con los rayos rojos. Miden, hablan entre ellos, dan unos números y listos ya: quietita, inmóvil, tres minutos, mitad con la máquina de un lado, y mitad del otro, más unos minutos de reacomode del equipo. Cierro los ojos, respiro. Agradezco que estén ahí conmigo. Y acá.
Inmovilidad = contractura. Además, me veo algo hinchada, supongo que por el corticoide que me tuve que dar. Más allá de eso, bastante bien, leve diría. Queda como un calor en la cabeza, feo pero tolerable, sin dolor. Cierta sensación de distancia con el entorno. "Almohadillada", describe bien mi amiga Lajmashin.
Como sabiamente anticipó M., mi oncóloga de cabecera –nunca más literal que ahora-: “Cuando arrancás el tratamiento se te pasa el susto”. Quizás sugestionada con esa idea, salgo con una sensación rara y a la vez algo de alivio. Merienda en la tradicional confitería de Almagro, Las Violetas (siempre dentro de la dieta).
Marco en la pizarra de casa: ¡1 menos!
Será un mes y medio así: cinco minutos de lunes a viernes, a la tarde, llueve o truene, en horarios variables, en Almagro por ahora y, después, quién sabe. ¡Vamos viendooooooo!
Esto era sólo un juego que jugamos/Llamado vida”, canta el tema musical de la serie “The Big C”.
Si tenés limones, hacé limonada, dice un refrán.
Vos tirá del carro que los melones se acomodan solos, era una de las metáforas preferidas de mi analista y guía filosófico, Henry.
Día por día, recomiendan a los adictos.
¿Quién tiene otra?

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