viernes, 2 de septiembre de 2011

Cronología de mi cáncer

Capítulo 1
Este es un resumen de mi paso a paso con el cáncer, desde su diagnóstico en febrero de 2004 hasta ahora (en tres capítulos).
2004: me encuentro un pocito en la teta derecha, voy al ginecólogo, me revisa y me da una orden para hacerme una mamografía, con gesto de preocupación. Sigue una biopsia a la que me acompaña y ofrece darme la mano durante el estudio para que apriete si duele. Ya debe saber que es dolorosísimo.
El resultado llega en pocos días, y el turno en quirófano también: cáncer de mama. Licencia laboral listos ya. Dos semanas después me operaron, me sacaron el tumor y me comprobaron que el ganglio centinela estaba sano. Cuando pasó el dolor y cicatrizaron las heridas, me derivaron a una oncóloga, M. que sigue siendo mi oncóloga hasta hoy. Ella abrió mi historia clínica en el hospital oncológico del barrio porteño de Colegiales de donde soy paciente (¡muy paciente!) desde entonces.
Quimioterapia durante seis meses, malestar permanente, caída del pelo total, llanto continuo durante días. Luego, radioterapia. No sabía que era capaz de atravesar todo eso. Pensar que antes me desmayaba cuando me sacaban sangre…
Estaba sin pareja en ese momento. Mis amigos queridos, mi familia, mi hermana Aniokly, y mis hermanas y hermanos del alma no me dejaron sola ni un momento. Me sostuvieron. Me enseñaron. Me aguantaron. 


En septiembre los estudios de control me dieron muy bien. Mi oncóloga me dio el alta médica y, para festejar, me auto-regalé un viaje de buceo –con apenas un centímetro de pelo y un grupo de desconocidos- a una isla en Brasil. Bajo el agua soy feliz. Pensé que el capítulo “cáncer” había terminado y empezaba otra etapa.
Mirando el horizonte me di cuenta de que algo había cambiado, tenía otro foco, otra perspectiva, otros temas en la cabeza. La noción del tiempo era distinta, los planes a largo plazo me resultaban imposibles. Mis días de 2003, con dos trabajos full time, habían terminado. Estaba decidida a cambiar pero no sabía qué. En realidad, la decisión se había tomado sola: no podía volver a donde estaba. Decidí concentrar mi energía en proyectos que me entusiasmaran, relacionados con la construcción de un mundo mejor, por decirlo de algún modo.
2005: el año arranca con el pelo corto, nuevo trabajo –escribo en una revista para chicos- con otros compañeros, almuerzos entretenidos y temas varios. Ese verano me reencuentro con GonG. Después de unos quince años de no cruzarnos, estábamos frente a frente. Habíamos sido compañeros en la misma escuela de periodismo pero en otro curso. Las cosas fluyen. No llegamos a hablarlo ni a planearlo y empezamos a convivir desde el día de nuestra primera cita.  

Capítulo 2
2006: siento una contractura rara en la columna. Consulto kinesiólogos, osteópatas, mi oncóloga me manda a hacer estudios. Nada. Insisto. Una larga resonancia me escanea hasta dar con una costilla que parece mostrar actividad irregular. En síntesis, el diagnóstico preliminar es metástasis ósea.
Después de más estudios, y una biopsia del hueso, se confirma. Es metástasis del cáncer de mama, en una costilla –la cuarta o la quinta, nunca se terminaron de poner de acuerdo- cerca de la cirugía original, que me daba sensación de contractura como reflejo del nervio que va hacia la columna. Como si mi cuerpo hubiera avisado que algo estaba mal.
Una vez más: licencia laboral, quimioterapia, radioterapia, pelada varios meses.
Esta vez el camino fue de a dos. Toda una experiencia para una pareja que lleva menos de un año de convivencia. GonG tuvo paciencia cada vez que yo planteaba separarnos por unos meses, y transitar sola tanta vulnerabilidad. Y a la vez tuvo paciencia ante mi demanda que, contradictoriamente a querer separarme, era alta. Para mí, sin dudas, el camino de a dos fue más liviano, más fácil, más amigable y totalmente amoroso. Aprendimos.
Para el anecdotario del 2006 queda un problema que tuve en la sangre, justo justo el día de la primera aplicación de quimio. Estaba tan nerviosa que tenía nauseas y así llegué a la clínica. Intentaron ponerme la vía pero fallaron. Me bajó la presión. Intentaron otra vez, y lo lograron. Suero, reliverán, y vómitos. Me mandaron a casa a las 10 de la noche, sin quimio. Al otro día me desperté con 40º de fiebre. Volvimos a la clínica. Internación. No entendían cómo hacía para caminar con esa fiebre, y con mi sangre que parecía agua: no tenía glóbulos rojos, ni blancos, ni plaquetas. Me hicieron dos transfusiones de sangre, una punción de médula, y seguimos aprendiendo sobre la incertidumbre. Ni después de la reunión de hematólogos pudieron saber qué había pasado. Me mejoré enseguida. En mi historia clínica quedó asentado que, quizás, soy alérgica al reliverán. Internada me hicieron la primera quimio.
2007: Termino con la quimioterapia y me entero de que el tratamiento continúa, que se vuelve crónico “gracias” a las nuevas drogas monoclonales que, según entiendo, impiden que se vuelva a formar un tumor. Primero me aplican cada dos semanas, y luego cada tres. Así sigo desde entonces. El tratamiento cada tres semanas, el papelerío y los estudios de control son parte de mis días. Las semanas que no voy a la aplicación, hago trámites de autorización, medicación, etc.) y/o tengo estudios de control que hacerme, y/o resultados de estudios para retirar y luego llevar al médico que corresponda. La presencia del cáncer es permanente. El pelo empieza a crecer.
Nos mudamos a un PH con terraza y, de a poco, volví a trabajar, la mayoría de los días desde mi nuevo hogar-dulce-hogar, desde la oficina que me armé con vista al jazmín-enredadera. Me preocupa la sensación de estar dedicando la vida a tratar el cáncer. Todavía sigo con la ilusión de que algún día va a terminar.
2008: Decidimos, con un querido amigo, concretar un proyecto que teníamos en mente desde hacía años: nuestro primer libro juntos. De a poco fui poniendo la cabeza en temas que me interesaban, y empecé a aprender que dedicarle horas a curarme no significaba pensar en eso todo el tiempo. Me descubrí capaz de hacer pero sin carga, sin angustia, sin expectativas. El pelo ya me llegaba a los hombros cuando presentamos el libro en la Feria del Libro, frente a 500 personas.

Capítulo 3
2009/2010: sigo con la aplicación de medicación cada tres semanas. Las enfermeras y enfermeros de la clínica son lo más. Los estudios de control me siguen dando bien. Encuentro en la prepaga personas dispuestas a facilitarme los trámites y logro dedicarle menos tiempo. Logro una nueva rutina, que incorpora al cáncer, pero me deja ir a gimnasia barra-terre, crear y producir una sección con propuestas para chicos “Por un mundo mejor” y me quedan algunas tardes para tomar mate con amigos en la terraza. Incursiono en la investigación de temáticas sociales para distintas ONG.
En febrero de 2009 me sale una lastimadurita en la nariz. Al mes veo que no cicatriza y me descubro una manchita en el pecho, que no se va. Dermatólogos varios, interconsultas, biopsia y el diagnóstico: cáncer de piel (basocelular) que hay que operar. Se llama cáncer pero mi oncóloga no le da bola (“eso se resuelve fácil”, me explica) y me juran que es “casualidad” tener cáncer de piel después del de mama porque no tiene nada que ver uno con otro, aunque se llamen igual. En fin, me operan la nariz, el pecho, unos meses después me sacan una verruga que también resultó ser un basocelular, y en 2010 me biopsian otra lastimadura, debajo de la nariz, que da raro… mitad tumor, mitad no… Me dan una cremita. Ya lo inexplicable me resulta habitual. Los médicos son muy humanos y la ciencia no siempre tiene respuestas.
2011: mi oncóloga suma un estudio más a los habituales, la tomografía cerebral. Según me explica, mi tipo de cáncer (HER2 positivo) suele hacer el camino mama-hueso-cerebro y quiere controlarlo. Ahí me entero que la medicación monoclonal me protege todo el cuerpo, salvo en la cabeza. En resumen, a los análisis que hago (de sangre, centellograma óseo, placa de tórax, ecografía de todos los órganos, ecocardiograma doppler, mamografía, ecografía mamaria, y siempre alguna cosita más “común” como alguna radiografía por una muela que se fisura o un dedito del pie fracturado), se suma la tomografía cerebral, que en el verano muestra una imagen difusa. Las interconsultas no confirman nada y decidimos esperar. Me animo a llevar adelante, con gran equipo, una campaña solidaria para chicos en todo el país. Y me animo también, a no hacerme estudios durante dos meses. En ese tiempo, además de la campaña, visito dos curas que imponen las manos. A mitad de año me hago una resonancia magnética y ya eran cuatro las "imágenes" en mi cerebro. Las dudas siguen hasta una resonancia en una máquina más potente que me hago en agosto, a pedido de un nuevo neurólogo que consultamos. El diagnóstico parece confirmarse: metástasis cerebral en estadio inicial, que no me da síntomas todavía y que hay que tratar.

2 comentarios:

  1. entro por primera vez a este blog por curiosidad nada mas y la verdad que me deja helado tu fuerza de voluntad... me pareces una persona de hierro y te deseo lo mejor! exitos!! en todo lo que te propongas

    ResponderEliminar
  2. Hola Yinyan

    Me llamo Oscar, soy de Santiago de Chile, sin querer me topè con tù blog, me siento muy identificado con muchas cosas que cuentas. Tengo cáncer testicular desde el 2010, debo decir que es algo muy duro y de nunca acabar, me tuvieron que operar de mis genitales, lo que me afecta hasta el dìa de hoy como hombre, luego me tuvieron que operar de un pulmòn, porque pensaban que era metàstasis y solo eran dos nòdulos, en agosto del año pasado tuve que tratarme con quimioterapia durante tres meses, perdì mì pelo,amigos,familiares, subì 16 kilos, estuve depresivo; pero gracias a Dios la quimioterapia tuvo efecto.

    Ahora tengo 11 kilos menos , un bello pelo y una madre a toda prueba.

    Lo que te puedo decir, es que admiro tù fuerza para seguir adelante y de corazòn te quiero dar un consejo muy valioso (que comprendì cuando estaba llorando y tirado en la cama de un hospital): hay que tratar de vivir el presente. Es lo que màs cuesta, porque la muerte sigue rondando; pero hay que tratar de valorar el dìa a dìa, los abrazos de la gente que amamos o la risa de los niños. El càncer no va a desaparecer; pero en ese momento se va a hacer màs llevadero y te vas a sentir màs completa.

    Te envio mis mejores energias, sigue adelante, abraza a la gente que amas y solo trata de vivir.

    Un gran abrazo desde Santiago de Chile!

    Bye!.

    ResponderEliminar